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Libro 1 y 2 Fatwas ibn Taymiyyah

Esta fatwa de Ibn Taymiyyah establece una regla fundamental en la teología islámica, enfatizando que el conocimiento de Allah y la adoración sincera son la base de la fe. Critica los métodos racionales de los teólogos (mutakallimūn) y filósofos, argumentando que el enfoque coránico y profético es superior, ya que combina conocimiento y acción, mientras que los métodos especulativos a menudo se quedan en el mero reconocimiento intelectual sin llevar a la adoración práctica. Ibn Taymiyyah destaca que la guía divina se alcanza a través de la revelación y la fitrah, no solo mediante razonamientos abstractos. También subraya la importancia de seguir el ejemplo de los Salaf (primeras generaciones musulmanas) y rechaza las innovaciones en la creencia. La fatwa refuerza la idea de que la verdadera fe implica tanto el conocimiento de Allah como la sumisión y adoración a Él.

Regla Fundamental

Esta fatwa de Ibn Taymiyyah establece que el verdadero conocimiento y la guía provienen de Allah, a través de la revelación y la Sunnah, no de métodos filosóficos o teológicos complejos. Critica a quienes dependen de razonamientos abstractos, destacando que la fe innata (fitrah) y la adoración sincera son el fundamento del camino recto. Allah es la única Guía, y apartarse de Su método conduce a confusión y desviación.

Introducción a los principios y la explicación de las evidencias

El texto analiza las interpretaciones filosóficas y teológicas sobre la relación entre el Ser Necesario y la creación (seres contingentes), criticando las posturas que equiparan Su existencia con la de lo creado o niegan su distinción real. Ibn Taymiyyah refuta estas visiones mediante argumentos coránicos, lingüísticos y racionales, destacando que el versículo "Todo perecerá excepto Su Rostro" (28:88) se refiere a la eternidad de lo dedicado a Allah, no a una fusión ontológica. Reafirma la postura tradicional de los Salaf, que distingue claramente al Creador de Su creación, rechazando las desviaciones panteístas y filosóficas.

Sobre la existencia de lo posible y lo creado a través del Ser Necesario/Eterno

La negación de la filiación y la afirmación de la unicidad de Allah

El texto de Ibn Taymiyyah aborda la unicidad de Allah y rechaza toda idea de filiación o semejanza con las criaturas. Refuta a los cristianos, que llamaron a Jesús “hijo de Dios” basados en la teología del Logos; a los sabeos y filósofos, que imaginaron emanaciones divinas como intelectos, almas o astros; y a los árabes idólatras, que atribuían a Allah hijas de entre los ángeles.

Frente a todas estas doctrinas, Ibn Taymiyyah reafirma el principio claro del Corán: Allah es único, no engendró ni fue engendrado, y no tiene igual. La sura al-Ijlāṣ resume esta verdad y sostiene la pureza del tawḥīd, en contraste con los errores filosóficos e idolátricos que confundieron creador y creación.

El verdadero sentido de “No hay nada salvo Allah”

Este texto recoge la respuesta de Ibn Taymiyyah – رحمه الله – acerca de la expresión “No hay nada salvo Allah”. Explica que esta fórmula puede entenderse en un sentido correcto, afirmando que no hay Creador, Sustentador ni Señor sino Allah, lo cual constituye la esencia del tawḥīd. Sin embargo, también puede interpretarse de manera falsa, como hicieron los unionistas (ittihādiyyah) y los que creen en la inmanencia (ḥulūl), quienes confundieron al Creador con la creación y afirmaron que ambos son uno. Ibn Taymiyyah muestra que esta segunda interpretación conduce al panteísmo y a la incredulidad, y establece con firmeza los límites entre la unicidad pura de Allah y las desviaciones heréticas que anulan la diferencia esencial entre Allah y Su creación.

La unicidad de la divinidad y el sometimiento de todas las criaturas

Este texto reflexiona sobre la unicidad de Dios y el hecho de que toda la creación —desde los cielos hasta la tierra— se somete a Él, voluntaria o forzosamente. A través de diversas imágenes y pasajes revelados, se muestra cómo nada existe por sí mismo, sino que todo depende de Dios en su inicio y en su final.

También denuncia la falsedad de cualquier divinidad fuera de Él, recordando que los ídolos levantados por la humanidad, ya sean de piedra, poder, riqueza o deseo, son incapaces de sostener o salvar.

El mensaje central es que Dios es el Primero y el Último, el Manifiesto y el Oculto, cercano a cada ser humano en la alegría y en la dificultad, y que todo lo que existe finalmente retorna a Él. Reconocer esta verdad no es una carga, sino una liberación: significa que la vida entera está sostenida por Aquel que dio origen al universo.